domingo, 24 de junio de 2012

Euro sí euro no, he ahí el dilema


Cuatro años después de una enorme crisis bancaria en 2008,  volvemos a estar al borde de otra y sin apreciar un periodo de discernible recuperación económica.
En la anterior crisis, la usura de unos banqueros fue la causa. Esta es vez unos vanagloriosos políticos que diseñaron el Euro en un intento de crear los Estados Unidos de Europa son los que están en la línea de fuego.
Aglutinar a una “ralea” como Grecia y España en la misma unidad monetaria que Alemania, nunca pasó de ser una gran locura.

Bien, pues así es como nos ven desde afuera. Aunque aquí, los hijos de la Gran Bretaña, se olvidan de que ellos, en su día, también tuvieron que inyectar grandes cantidades de dinero en sus bancos, además de nacionalizar algunos, para salvarlos de la banca rota, algo que también tuvo que hacer la poderosísima Alemania.
Se olvidan además de que, eso de que todos estamos en una misma unidad monetaria, no pasa de ser una gran quimera, una falacia como la copa de un pino.
Porque la unidad monetaria solo consiste en que todos usamos el mismo símbolo, una moneda llamada Euro, pero nada más.

Porque a la hora de refinanciar ese Euro  a Alemania no le cuesta un céntimo,  mientras que la ralea  de Grecia y España, además de Portugal o Italia, les cuesta un 5, un 6 o hasta un siete por ciento. A  los países más débiles les cuesta financiarse siete veces más que a los países más fuertes.

El Banco de España, ha tenido que ceder su hegemonía al Banco Central Europeo (BCE) y aquél se ha quedado sin lugar a maniobra, no puede devaluar su moneda porque no hay una moneda Española,  no puede imprimir dinero, no puede hacer casi nada, en realidad se ha quedado como el convidado de piedra,  solo puede tratar de emitir deuda, o sea, buscar dinero a un precio altísimo, mientras los verdaderos amos del cotarro, nos observan sin mover un dedo.

Cuando, en realidad, si aquí hubiese una moneda común como dios manda, el que tendría que emitir deuda debiera ser el BCE y esta deuda no debiera ser ni deuda española ni deuda griega sino deuda europea. Y es que, como diría Shakespeare por boca de Hamlet: “To be o no to be, that is the question”  Ser o no ser, he ahí el dilema.

O somos europeos para todo y con todas las consecuencias o no somos, puesto que, de esta manera, a los países más pobres nos está tocando jugar con el campo cuesta arriba.
Pero todo esto lo olvidan  mencionar los hijos de la pérfida Albión, para ellos España solo representa a un pueblo de gañanes que tiran la cabra del campanario, hacen sufrir a los toros en las plazas y, de tiempo en tiempo, se zurran entre ellos. Un lugar únicamente bueno para pasar unas vacaciones baratas.
Y además últimamente, a los místeres estos les ha dado por hacer todo lo posible para meternos el dedo en el ojo. Nos mandaron a sus príncipes a Gibraltar, -cosa que no debía importarnos, la verdad-, nos tocan las narices prohibiéndoles a los pescadores de la Línea y Algeciras pescar en “sus aguas”, de Gibraltar, -que nunca fueron ni son suyas- e incluso han puesto a caldo a Pastora Soler, nuestra concursante en Eurovisión. Vamos, que nos toman por el pito del sereno.

Pero en esto no son solo los ingleses, ojala, pero hay más: los franceses insinuando  con sus guiñoles de la tele, que nuestros deportistas se dopan, aunque ayer, y ya tocaba, los pusimos en su sitio y se fueron con el rabo entre las piernas en la Eurocopa; y cruzando el Charco, la presidenta de Argentina, la impresentable señora Kirchner, nacionalizando las empresas españolas en ese país y hasta prohibiendo importar nuestro jamón e, incluso, ese indigente neuronal que los bolivianos tienen por presidente, copiando a la anterior, nacionaliza la red eléctrica de ese país, también firma española.

O sea que nos las estas dando hasta el carné de identidad, pero a lo mejor es porque eso es lo que merecemos. Se ha dicho que a cada cual lo tratan como deja que lo traten.
Y así, quizás, es como los españoles estamos dejando que se nos trate.

Nos hemos perdido el autorespeto y así nos va, que todo el mundo nos toma a la chirigota.
Y es que al final todo viene a dar en lo que escribió Shakespeare: Ser o no ser, he ahí la cuestión.

Pues eso,  que el euro nos guste o no nos guste, seguirá siendo moneda de cambio para los españolitos, aunque ya nos gustaría disfrutar de todas sus ventajas y no tanto de sus onerosas  obligaciones.

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