jueves, 5 de noviembre de 2009

El guiño perdurable de Francisco Ayala


Con estoica serenidad Francisco Ayala esperó su momento final. A sus 103 años este grandísimo escritor y mejor persona nos ha dejado casi sin despedirse. No estaba anunciada pero sabíamos que su existencia pendía ya de pocos anclajes.

Ya la muerte se llevó a Don Francisco Ayala, tras una larga vida de experiencias y testimonios. Se fue conservando ese inconfundible acento granadino, a pesar de haber convivido con tantas sonoridades del castellano. Pero su voz no va a quedar silenciada por su extensa obra literaria que nos deja.

Si aún no lo conocíamos mucho, con su pérdida vamos a conocerle por su trabajo de vida que nos regala, un regalo para futuras generaciones; seguiremos aprendiendo de su sabia interpretación de El Quijote, o recrearnos con sus ensayos sociológicos y sus reflexiones políticas.

Sin duda, Don Francisco, con la excelencia literaria de su obra y con el espejo social de su trabajo ciudadano, va a tener entre nosotros el lugar que ha ganado en el recuerdo de lo que no debe olvidarse. Ha dejado de ser superviviente de si mismo, como decía, para traspasar el muro que limita la existencia, pero, hasta su final, con ese espíritu libre que le acompañó durante toda tu vida. Una vida en la que su talla humana y su perfil humanista elevó a través de sus lealtades y en medio de sus constantes exilios y retornos, con lucimiento perenne, sin señales de amargura.

Desde el otro lado nos tiende el cabo suelto con que anudar la memoria que le debemos.

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